Sujeto a una sucesión de estornudos en una reunión de comercio, en un café, una mañana cualquiera. Dicen que son duendes que se esconden en el subsuelo de una ciudad perdida. Eugenio vomitó sobre el tapizado de trabajo y café, de una manera descomunal. Los compañeros automáticamente dejaron de serlo para convertirse en ejecutores de una violencia psicológica de la puta madre. Luego de este incidente muchos en la oficina comenzaron a disminuir su saludo hasta desaparecerlo, y Eugenio estaba seguro que fue porque cuando estornudó se le rajó por el fundillo la hediondez de un pedo. Dejó el trabajo y comenzó de cero en otra empresa, pero de vez en cuando se encuentra un rostro testigo del episodio; es inevitable volver a ese momento disminuyendo hasta desaparecer en pudorosa nostalgia.
1 comentario:
pobre chabon amor...
jajajaja
es una mezcla de momentos!!
esta muy copado lo que escrbistes!
es divertido!
loviu!
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